Comenzamos nuestro viaje en Reims, a un corto trayecto en tren desde París, en el corazón de la región francesa de la Champaña.

Esta ciudad es uno de los destinos preferidos por los viajeros interesados en descubrir la cultura vinícola local. Si bien recomiendo una excursión de un día a Avenay-Val-d'Or para disfrutar de unas magníficas vistas de sus onduladas colinas y viñedos aparentemente interminables desde la ventanilla del tren, creo que Reims es una ciudad que ofrece mucho más.

• Construida en el siglo V y anterior a su homóloga más famosa en París, la catedral de Notre-Dame de Reims fue el lugar de la coronación de los reyes franceses durante más de 1000 años. Consejo: no olvides mirar hacia arriba; la catedral tiene algunas de las vidrieras más hermosas que he visto en mi vida.
• Pasa un día explorando los numerosos museos de Reims. Comienza con una visita al Musée de la Reddition (Museo de la rendición), construido en el lugar de la rendición de Alemania, que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa el 7 de mayo de 1945. Termina la tarde en el Museo del Automóvil, un sueño para los amantes de los coches antiguos.
• Una visita al restaurante L’ExtrA  te calentará las papilas gustativas y el corazón. Esta cocina francesa sostenible ofrece platos deliciosos y cuenta con un equipo inclusivo para personas con discapacidad que proporciona la experiencia gastronómica más reflexiva.

Situada a orillas del río Rin, Maguncia es una ciudad que sintonizó con mi espíritu de narradora. Como escritora y ávida lectora, me encantaron sus casas con entramado de madera, sus calles empedradas y las intrincadas esculturas de bronce talladas en cada esquina y plaza. Y casi podía escuchar los ecos de las imprentas del pasado.

• Pasea por la encantadora Altstadt (plaza del casco antiguo) y sigue el sendero hasta  Markt, el bullicioso corazón de la ciudad, coronado por la imponente catedral de Maguncia de estilo románico, en un resplandeciente esplendor de arenisca rosa. Después, relájate con una pizza de masa madre en Liesbeth con vistas al Rin o disfruta de una cena reconfortante en Pankratz Bistro, con verduras de su propia granja, ingredientes de origen local y pan hecho con masa madre de más de 20 años.
• A las afueras de la ciudad, visitamos el idílico huerto Appel Happel, una pequeña granja familiar de manzanas. Allí realicé mi primera degustación de manzanas, bebí vinagre de sidra de manzana casero y devoré sándwiches con mermelada de fresa y manzana elaborados con frutas cultivadas en la granja. Recorre el huerto, prueba las variedades de manzanas y elige tu favorita. Y si la temporada es la adecuada, ¡arremángate y recoge las jugosas manzanas de los árboles!
• Adéntrate en el museo Gutenberg y descubre cómo el héroe local Johannes Gutenberg inició una revolución en la publicación al inventar la imprenta moderna en el siglo XV. No te pierdas las dos Biblias originales de Gutenberg: estos libros de apariencia ordinaria han sido testigos de los cambios del mundo durante siglos y merecen una peregrinación para los amantes de la palabra escrita.

Pasamos el día conociendo a los lugareños y la ciudad de Friburgo, que me envolvió como un abrazo largo y cálido. Me llenó de energía con un recorrido delicioso por el mercado agrícola y me reconfortó con el encanto sencillo de los numerosos canales y arroyuelos (Bächle) de la ciudad, arroyos de agua clara que bordean el casco antiguo empedrado.

• Comienza el día recorriendo el Münstermarkt, el mercado de agricultores centenario de la ciudad que se despliega a la sombra de su catedral gótica. Disfruta de tu bebida matutina favorita mientras paseas por los puestos rebosantes de frutas y verduras de temporada y pan recién horneado aún caliente. ¿Te apetece algo más contundente? Prueba la legendaria Lange Rote, la especial salchicha larga a la parrilla de la región.
• Haz una parada para almorzar en  Adelhaus, un restaurante de productos locales ecológicos que me recordó las comidas e historias compartidas con mis amigos en la cafetería de la universidad. Llena la bandeja con platos alemanes de estilo vegetariano y proteínas veganas, elige entre su deliciosa variedad de ensaladas y encuentra un asiento entre lugareños y amigos.
• Sube al Schlossberg o toma el teleférico al atardecer y admira la vista de la ciudad desde una de las muchas plataformas de observación en la colina. Contempla la aguja de la catedral de Friburgo que se eleva hasta el cielo, la puerta medieval Schwabentor y las casas con tejados a dos aguas de color rojo del casco antiguo.

Zúrich siempre ha sido especial para mí: fue la primera ciudad a la que viajé sola con veinte años. A pesar de ser la ciudad más grande de Suiza, Zúrich posee una calma familiar de pueblo pequeño. Tiene un centro fácilmente accesible a pie, una escena gastronómica floreciente y las montañas parecen estar a un soplo de distancia. Fue el final perfecto para nuestro viaje.

• Descubre el casco antiguo a través de sus plazas y calles. Me encantó Lindenhof por sus vistas de postal sobre el Limmat y las torres gemelas de Grossmünster, y Rennweg por sus ventanas mirador bellamente pintadas que te transportan siglos atrás. Consejo: dirígete a la orilla del lago junto a la Ópera de Zúrich y tómate un momento para respirar la tranquilidad de sus aguas azul turquesa, los cisnes y la puesta de sol.
• Saborea la intensa frescura de las microverduras cultivadas por la empresa emergente de permacultura UMAMI, ubicada en la ciudad de Zúrich. Reserva un lugar en cualquiera de los restaurantes asociados de UMAMI y disfruta de la explosión de sabor de sus microverduras, mejillones y salsas. Hice una degustación de microverduras en su sede y los sabores me trajeron recuerdos: recordé nítidamente el sabor y la calidez del uso intensivo de mostaza por parte de mi abuela y el amor de mi abuelo por los rábanos durante los fríos pero soleados inviernos del norte de la India.
• Cena en Neue Taverne, un restaurante que coloca las verduras en el centro de cada plato y crea fusiones de sabores complejas que permanecerán contigo mucho después de tus vacaciones. Siempre me llevo una receta a casa en cada uno de mis viajes; y esta vez fue su risotto de espelta con huevo cocido al vacío que recreé en casa un mes después de este viaje. Resultó igual de bueno que lo recordaba.